En esa Brisa primaveral, cálida y con olor a madreselva, se puede sentir por un instante, como si el sol mandara un breve mensaje, la caricia lejana del que ya no está.
Esa caricia que hace cerrar los ojos y sonreír.
Sonreír en soledad, con ese recuerdo querido, teniendo la certeza que el próximo paso va a ser más fuerte y aunque todo se desmorone, se puede superar el porvenir.